¿Entregar primero las buenas o las malas noticias?

Si alguna vez te han preguntado si quieres primero las buenas noticias o las malas, probablemente tu respuesta dependerá de la persona que te haya preguntado y el contexto de la situación, o tal vez tienes ya alguna preferencia establecida.

Sin embargo, una cosa es recibir las malas noticias y otra muy diferente es entregarlas. Para algunos podría decirse que es parte de su trabajo diario y otros bromean con ello (Te tengo una buena y una mala, ¿cuál quieres primero?), pero todos, en un momento u otro, tenemos que entregar malas noticias, ya sea a nuestros colaboradores, familiares, amigos, clientes, proveedores, etc.

De acuerdo a investigaciones realizadas en la Universidad de Riverside en California, la gran mayoría de las personas prefiere recibir las malas noticias de inmediato, y creo que suena coherente. ¿Te imaginas tu día después de un: “tengo algo importante que decirte y no te va a gustar… en la noche te cuento”?… Qué ganas de hacer sufrir a la gente ¿no?

Continuando con la investigación, esa es la preferencia del que recibe la información, pero las emociones generadas cambian según el orden que utilices. Cuando sabes que vienen malas noticias y se empieza con lo bueno, te mantienes atento, esperando el golpe… esto hace que te enfoques más en cómo remediar el problema; y cuando recibes las malas primero, se reduce la preocupación (esa ansiedad de no saber qué pasa) y, seguido de las buenas noticias, puede bajar tu motivación para abordar la situación.

Por lo que dar las buenas nuevas antes o después de las malas, dependerá de la reacción que estés buscando.

Si tu escucha puede hacer algo al respecto de las malas noticias, deberías entregar las buenas primero, para poder después entregar las negativas y moverte hacia la acción. Por el contrario, cuando la persona que recibe la información no puede hacer nada al respecto, se recomienda dar las malas noticias de entrada, para después dirigirse a las noticias que puedan aliviar o mejorar la situación y terminar la conversación de forma positiva.

Por ejemplo, una persona que vive fuera y no puede visitar a su familia en Navidad podría decir: “siento no poder acompañarlos en Navidad” o: “me ascendieron en mi trabajo, lo cual representa un avance en mi carrera y más dinero, sin embargo esto también significa que no podré visitarlos en Navidad… ¿creen que podrían venir ustedes?” En este caso la familia puede hacer algo al respecto. Si definitivamente no se van a ver y no hay nada que hacer, podría decir algo como: “Aunque no podré pasar navidad con ustedes, algunos de los nuevos proyectos que tendré a mi cargo están cerca de casa, por lo que podré visitarlos más seguido”.

Lo mismo sucede en los negocios, no es igual “la oficina central subirá la cuota de ventas”, que: “seguramente ya recibieron el cálculo de bonificaciones por el excelente trabajo que hicimos el año pasado, también recibimos una felicitación por parte de la oficina central; este año subirán nuestra cuota de ventas… necesitamos hacer un análisis para identificar el aumento que podemos generar”, si es que pueden hacer algo al respecto; o que: “nos incrementaron la cuota de ventas en X%, la buena noticia es que están planeados 2 nuevos lanzamientos y un rediseño de la imagen corporativa, lo que estoy seguro nos ayudará a alcanzar la nueva meta” si es que la decisión está definitivamente tomada.

Así que ya lo sabes, es probable que la persona con la que vayas a hablar prefiera recibir las malas noticias primero. Pero al entregarlas, deberías considerar la reacción que estás buscando de la persona y si es que puede hacer algo al respecto o no.

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