Últimamente he notado que muchas personas se sienten viejas; es un tema de conversación que sale recurrentemente con distintas personas, no importa si tienen 60 años o 30. Pero todos tienen algo en común, y es que se sienten “mayores”. La verdad es que no sé la razón que cada uno de ellos tiene para decirlo, pensarlo o sentirlo. Creo que puede ser crisis de la edad o una idea que proviene del mundo en el que crecimos, que es muy distinto al que estamos viviendo, uno donde la expectativa de vida era mucho menor y donde a tu edad (la que sea que tengas) se esperaba de ti haber cumplido ciertos hitos en tu vida; o ya de plano que estuvieras en tus últimos años.
Podría decirte muchas cosas: que los tiempos han cambiado; que tú tienes el control de tu vida; que no vivas para complacer a los demás; que no compres el “cómo deben ser las cosas”; mucho menos el “a mi edad debería estar…” solo porque la gente así lo piensa; que estás donde debes estar, porque todas la decisiones que has tomado en tu vida, las experiencias que has tenido, las dificultades, los triunfos, las tristezas y alegrías, todas te han hecho la valiosa persona que eres hoy. Podría continuar por horas, pero de alguna manera creo que no llegaríamos a ningún lado, porque mientras tú no te lo creas, hasta que tú no decidas cambiar tu actitud y vivir tu vida al máximo, no habrá cambio. Porque no importa cuánto se esfuercen las personas a tu alrededor, nada te va a cambiar, a menos que TÚ así lo decidas.
Cuando le digo a la gente que me porto como de 23, muchos se ríen, otros me cuestionan en tono de reclamo “pues ya estas grandecito, ¿no?” y algunos otros no le dan mayor importancia. Pero hasta hace algunas semanas, nadie me había preguntado la razón. No sé cuál fue el primer pensamiento que tuviste cuando leíste que así me porto, pero sígueme la corriente un momento. Yo me gradué de la universidad unos meses después de haber cumplido veintitrés años, y claro que me acuerdo de las fiestas, los amigos y la diversión. Pero la razón por la que recuerdo vívidamente esa edad, es porque recién graduado de la universidad me comía el mundo a puños, no había límite para lo que quería lograr, no existían barreras que no pudiera atravesar ni obstáculos que no pudiera sortear; no tenía todas las respuestas, como no las tengo hoy; pero tenía grabado en la mente que con esfuerzo y dedicación podía lograr todo aquello que deseara. En general soy bastante realista, nunca he pretendido convertirme en astronauta en dos semanas, pero en algún punto me di cuenta que, conforme iba creciendo, esa pasión y ese empuje se empezaron a ver limitados por las cosas que “debería” hacer y las que ya no “debería” estar haciendo. Por los “puntos importantes” que “tienes” que ir cumpliendo de acuerdo a los demás.
Y hoy digo NO, no voy a dejar que mi pasión por desarrollar mi potencial se extinga, no voy a dejar que “las normas” limiten lo que puedo o no hacer, me reúso a cambiar mis sueños para adaptarlos a lo que el mundo espera de mí.
La próxima vez que te sientas mayor piensa: viejos los cerros y reverdecen. Por mi parte, seguiré estableciendo mis propias metas y persiguiendo MIS sueños. Y lo voy a hacer con la pasión, el empuje y el entusiasmo de un chaval de 23 años.