El fin pasado fui a un restaurante donde la atención fue excepcional. De salida le pregunté a la anfitriona si tenía algún formato de opinión, a lo que ella me respondió que le diera un momento y regresó con el gerente, quien me saludó muy amablemente y preguntó si había algo con lo que pudiera ayudarme. Yo le contesté que pedí un formato para felicitarlos, pues la amabilidad y servicio habían sido excelentes. El gerente suspiró al tiempo que me daba la mano y me dijo: “Muchas gracias, es la primera vez en mi vida que un cliente me habla para felicitarme”. Acto seguido me preguntó el nombre del mesero que me había atendido y casi corre sin despedirse para contarle.
Este episodio me hizo reflexionar. Existe un concepto en psicología llamado Negative Bias, que se traduce en algo así como sesgo negativo y básicamente dice que tendemos a ver las cosas malas, más negativas de lo que en realidad son. El profesor Clifford Nass, de la universidad de Stanford, dice que en parte esto se debe a que la información positiva y negativa se procesan en distintos hemisferios del cerebro; tendemos a poner más atención, pensar y repetir en nuestra cabeza los eventos desagradables que nos pasaron en el día, en lugar de los buenos. En pocas palabras, sientes más enojo por perder $100, que felicidad por encontrarte $100.
Creo que esto influye en que nos sea más fácil quejarnos que dar una felicitación; al asignar un mayor peso a las cosas negativas que suceden o alguien hace, estas generan una “mancha” desproporcionada en la convivencia, trabajo, atención, viaje o servicio de que se trate, haciendo que perdamos de vista mucho o todo lo positivo que sí sucedió.
Pero, ¿alguna vez te has puesto a pensar en el poder de una felicitación? Te invito en este momento a buscar entre tus recuerdos una ocasión en que te felicitaron por un trabajo bien hecho, te dieron un premio o simplemente recibiste un “gracias” que no esperabas y te impulsó a seguir adelante. Ese reconocimiento que te cambió el día, aquel en el que encontraste la confianza que te hacía falta para ponerte en acción, ya sea mejorar alguna de tus habilidades, aprender un tema nuevo, iniciar un viaje, tomar una nueva carrera o emprender un negocio. Una felicitación o agradecimiento puede cambiarle la vida a alguien y lo sé, porque uno me llevó a tomar la decisión de dedicarme a lo que hoy hago y disfruto.
Te invito a sobreponerte al sesgo negativo, a notar las cosas buenas que las demás personas hacen y expresarles sinceramente tu gratitud. Felicita por un trabajo bien hecho al que lo merece, te tomará tan solo un par de minutos y no solo esparcirás el sentimiento que probablemente experimentaste hace un momento al recordar cuando a ti te felicitan, sino que además puedes estar transformando una vida, sin siquiera saberlo.