Entrenando tus emociones

Seguramente has notado que muchas ocasiones simplemente reaccionas, es decir, que ni siquiera has tenido tiempo de pensar en la situación en la que te encuentras y ya diste una respuesta. Esto puede ser muy bueno, si es que ves alguna amenaza como un perro enfurecido o una araña, y cuando ves a un amigo que tenías tiempo sin ver, o la sonrisa de tu hijo jugando en el parque; no te pones a pensar en que sería un buen momento para sonreír, simplemente lo haces. Pero también puede ser muy malo, como cuando le gritas a tu jefe, hijo o amigo sin pensarlo.

¿Alguna vez te has preguntado por qué respondemos como respondemos? Bueno, pues la respuesta es tan compleja como el cerebro y tan sencilla como una palabra. Porque todos esos sentimientos y respuestas automáticas vienen de aprendizajes del pasado y conexiones que se van creando a lo largo de la vida, haciendo que respondamos de la “misma” manera a situaciones similares convirtiéndolas en un hábito. El problema es que cuando pensamos en la palabra “hábito”, normalmente nos viene a la mente pararnos para ir al gimnasio, lavarnos los dientes todos los días o algo similar.

Pero, las respuestas automáticas son hábitos de pensamiento, y he ahí donde empieza a complicarse el tema. Porque probablemente te lavas los dientes independientemente del humor que tengas, la noche que hayas pasado o cómo crees que se desarrollará tu día; de alguna manera la acción que realizas (aunque no es exactamente idéntica) no está condicionada por todos estos factores. Sin embargo, estoy seguro que recuerdas una broma, crítica, comentario o programa de televisión al que has respondido de diferente manera dependiendo de lo que estás viviendo. Y si estás pensando que no, solo recuerda cuántas veces te has quejado del grupo de whats app con el que después pasas horas riéndote y bromeando.

Entonces, la respuesta al perro que te ataca es muy clara, pero no así cómo saludas a tu jefe, tratas a tus compañeros, te comportas en la junta, contestas una llamada, manejas, etc. Esas respuestas que vas dando (aunque a veces sí planeas llegar a hacérsela de jamón al jefe, jaja 😉 ) también son automáticas e inconscientes, pero están fuertemente relacionadas con los sentimientos, pensamientos (recuerdos, perspectiva del presente y futuro) y actitud del momento en que respondes.

Sin duda has de recordar alguna vez que dijiste o hiciste algo que no debías cuando estabas de mal humor, estresado o nervioso. Pero no te preocupes, te tengo tres buenas noticias: la primera es que se puede entrenar a tu cerebro a responder de la mejor manera incluso cuando tu estado de ánimo no sea positivo; la segunda es que es súper fácil, y la tercera (la que más gusta a mis clientes) es que no necesitas estar en medio de la situación para hacerlo. Para los escépticos, en las zonas sísmicas se hacen simulacros de evacuación para que la gente sepa qué hacer, a dónde dirigirse y cómo comportarse en caso de sismo, y se hacen cuando no hay sismo.

Hoy te invito a hacer la prueba por ti mismo. Elige una situación y cómo quieres reaccionar ante ella, por ejemplo, cómo vas a saludar a tu jefe, familia o amigos y practica algunas veces… piensa: veo a mi amigo tal, recuerdo la última vez que nos reímos a carcajadas (y te acuerdas) y sonrío (y lo haces). Te aseguro que si practicas suficiente, la próxima vez que veas a tu amigo, independientemente de cómo te sientas, te acordarás de la última vez que reíste a carcajadas con él y sonreirás. Y lo mismo puedes hacer para entrenar a tu cerebro a responder ante la macabra junta de cierre de mes, recibir las calificaciones de tus hijos, contestarle el teléfono a ya sabes quién, etc.

Deja un comentario