Mi oficina tiene una gran ventana que da a la calle frente a mi escritorio; como la calle está en pendiente, puedo ver los coches que se estacionan enfrente. El día de hoy llegó una camioneta que, por la inclinación y hora del día, me reflejaba el sol directamente a la cara. Al principio no fue tan molesto (siendo “tan” la palabra clave), sin embargo, conforme continuaba trabajando el sol me empezó a cegar más y más. La pantalla de mi computadora parecía obscurecer conforme pasaba el tiempo, por lo que tuve que aumentar el brillo. No podía evitar voltear de vez en cuando a la ventana, como estoy acostumbrado, viendo directamente hacia el sol reflejado en el parabrisas, lo que solo ocasionaba que cada vez viera menos.
Después de varios minutos empecé a sentirme realmente molesto y llegué a desconcentrarme tanto que no podía avanzar en mi trabajo, por lo que tuve que hacer una pequeña pausa. Cuando me senté nuevamente frente a mi computadora, inmediatamente maldije la camioneta y deseé que se fuera de ahí y dejara de molestarme. Mi expresión facial y mi postura cambiaron al tiempo que mi cerebro empezó a recordarme el retraso que estaba teniendo en mi trabajo, el daño que podían sufrir mis ojos y otros pensamientos negativos, lo que me comenzó a estresar. Ahí me tienes, estresado y molesto porque el sol reflejaba en mi cara. Cerré los ojos un momento, respiré profundamente y me pregunté: ¿qué puedo hacer, que esté en MI control, para cambiar esta situación? Me sonreí con la simplicidad de la respuesta y moví mi computadora a la orilla del escritorio.
Sencillo. En retrospectiva, hasta podría parecer que el moverme debió haber sido la respuesta instantánea, pero mucho más frecuentemente de lo que creemos nos vemos inmersos en situaciones de este tipo, en las que sufrimos porque “el mundo nos ataca”, en lugar de hacer algo al respecto. Ya sea que no hay tu bebida favorita, la pinchadura de un neumático, se descompuso la impresora, un olor molesto, una calle cerrada o el sol en la cara; tendemos a reaccionar en lugar de pensar, se disparan respuestas y emociones negativas que, además de potencialmente arruinarte el día, ocupan recursos mentales, energía y reducen tu visión periférica. Todas, cosas que te podrían ayudar a solucionar el problema.
La próxima vez que sientas que el mundo te ataca, te caches maldiciendo objetos o simplemente tu enojo empiece a crecer, detente un instante; si te es posible cierra los ojos, con la espalda recta respira muy profundamente y soltando el aire poco a poco piensa: ¿qué puedo hacer, que esté en MI control, para cambiar ______________?