A veces me preguntan si siempre hay que ser positivo. Hay mucha discusión sobre el valor de ser pesimista, muchos otros discuten que se debe ser realista. Personalmente, mi primer pensamiento al escuchar esa pregunta es “sí, pero…”, porque hay un pero. Cuando yo hablo de ser optimista, no quiere decir que pensando positivamente puedes alcanzar cualquier cosa; el positivismo no va a lograr que te toques la espalda con la rodilla por ejemplo, pero sí va a determinar cómo reaccionas ante las situaciones que se te van presentando, buenas y malas.
Ser positivo no es pensar que todo está bien, a pesar de lo que tienes frente a los ojos. Tampoco es encontrar algo bueno en todo lo que pasa. Porque aunque estoy convencido que con el tiempo nuestra perspectiva de cada situación cambia y muchas veces podemos encontrar un significado o resultado positivo más adelante en la vida, cuando las cosas suceden no siempre es posible ver lo bueno en lo malo. Para poner un ejemplo muy claro, si me caigo y me rompo el brazo tengo un par de opciones, pero no creo que ninguna de ellas deba ser pensar que todo está bien, a pesar de la sangre y el dolor, ni tampoco ponerme en ese momento a tratar de imaginar un futuro en el que el accidente me traiga algo bueno.
Y mi reacción inmediata puede ser enojarme conmigo mismo por lo torpe que fui al caer, culpar a alguien o lamentarme porque el mundo está en mi contra. Pero también hay una opción más positiva, una en la que utilizo mis fortalezas, recursos y capacidades para solucionar el problema de la mejor manera; en la que, si bien siento el dolor, soy capaz de tener una respuesta activa y pedir ayuda a alguien cercano, hacer una llamada telefónica, buscar el hospital más próximo u otra.
Esta dualidad existe prácticamente en cualquier situación, sin embargo, nuestro cerebro está entrenado para buscar las amenazas, incluso intelectuales. Es por ello que leer este post te puede generar ideas de cómo esto sería mentira en la peor catástrofe que puedes imaginar. Y ese es uno de los más grandes errores que tendemos a cometer cuando tratamos de ser más positivos, porque el peor de tus días no es tu día promedio. Empieza siendo positivo racional en tu día a día; si te atoras en el tráfico, no golpees el volante y maldigas a diestra y siniestra, mejor busca una ruta alterna o avisa por teléfono que vas retrasado; si te atendieron mal, no eches a perder tu día estando de malas, mejor piensa que todos tenemos días malos y evalúa si realmente quieres cambiar de tienda o proveedor.
En resumen, ser positivo no es ver lo bueno en todo, no es engañarse ni evadir la realidad. Ser positivo es ser capaz de utilizar nuestras fortalezas, recursos y capacidades para afrontar los riesgos y dificultades y aprovechar las oportunidades y bendiciones que nos presenta la vida.