Cuando te conviertes en tu ambiente

Puede parecer mentira lo mucho que el ambiente afecta nuestros comportamientos y decisiones. Pero lo cierto, es que la influencia exterior va incluso más allá de nuestra actitud, estados de ánimo o expresiones; modifica la forma en que vemos el mundo. Lo cual es importante porque empiezas a formar patrones de pensamiento que modifican tu percepción de todo, sí, TODO lo que vas viviendo.

En un estudio, un actor le pide a alguien que le sostenga una bebida mientras saca unas cosas de su bolsa, le da las gracias y se va. Algunos minutos después llega un encuestador a preguntarle si podría leer una pequeña historia y responder tres preguntas por 5 dólares. La mayoría de las personas acepta y contesta la encuesta.

La mitad de las personas sostuvieron una bebida caliente (el favor que les había pedido el actor antes) y la otra mitad una helada. Las tres preguntas de la historia son sobre cómo era el personaje principal, a quien el 80% de quienes sostuvieron la bebida helada calificaron como fría o mezquina; y el 81% de los que sostuvieron la bebida caliente describieron como agradable, amable o gentil.

Ese es el grado de influencia que tiene el ambiente. Personalmente, lo he vivido de forma muy notoria en la consultoría porque las empresas tienen cierto ambiente: alegre, sobrio, sombrío, de chisme, quejas, agresivo u otro. Incluso he visto personal de nuevo ingreso que se “transforma” a lo largo del proyecto para convertirse en su nuevo ambiente. De modo que esa persona entusiasta y alegre termina siendo un malhumorado criticón.

Si tú no tomas control de tu ambiente, tu ambiente tomará el control de ti. Evidentemente no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor, no siempre es posible cambiarte de trabajo, desconectar la televisión, deshacerte de amistades negativas, evitar encontrarte a alguien de malas, etc. Por lo que para tomar el control, yo veo algunas opciones: una es que te fueras de ermitaño (jaja), otra es ser consciente y por último protegerte.

La buena noticia es que ya eres consciente de qué pasa y esto te da ventaja, porque puedes accionar, en lugar de reaccionar. Para protegerte por las mañanas o antes de iniciar alguna actividad específica, puedes hacerlo impregnándote de alguna emoción positiva. Algunos ejemplos para lograrlo son: poner música motivante mientras te arreglas1, cantar tu canción favorita camino al trabajo2, dedicar 3 minutos a sentir gratitud por lo bueno en tu vida3, visualizarte en un momento de éxito con el mayor detalle posible4, hacer ejercicios de respiración, activarte (sal a caminar, sube escaleras, baila, brinca, ¡grita!).

*Notas:

  1. La música y el movimiento generan sentimientos, elige bien la que vas a escuchar.
  2. Que no te importe el extraño del coche de al lado que probablemente nunca vas a volver a ver.
  3. No es posible sentir gratitud y al mismo tiempo enojo, frustración o preocupación.
  4. Si te es posible, escríbelo.

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