Como ahora se está poniendo de moda el término, al igual que paradigma en su momento, seguramente ya has escuchado algunas cosas sobre las creencias subconscientes, pero ¿cuál es realmente el poder de una creencia?
Aunque la pregunta podría responderse de muchas maneras, en mi opinión es muy sencillo: las creencias controlan tu vida. Y no es que les “des” o no poder, lo que sucede es que la mayoría de las veces no somos conscientes de ellas. Son las “reglas” que dirigen tus comportamientos automáticos, porque el cerebro siempre trata de ahorrar energía, entonces va integrando una serie de “parámetros” de respuesta para automatizar el comportamiento. Seguramente cuando empezaste a manejar subías al coche, revisabas los espejos, controlabas las velocidades conscientemente (hasta te estresabas, no te hagas 😉 ) y sin embargo, hoy te preguntan la ruta que tomaste y no te acuerdas, porque todo el proceso (incluso la ruta de siempre) se ha vuelto automático, tanto, que si siempre doblas a la derecha, el día que querías ir a la izquierda pero ibas pensando en otras cosas, como quiera giraste a la derecha, “fue la costumbre” seguramente te dirás. Y sí, ibas en automático.
El problema viene cuando esa creencia subconsciente (que no sabes que la tienes) te hace responder de maneras que limitan tu potencial. Como los elefantes de circo (cuando había), que de pequeños aprenden que una estaca es suficientemente fuerte para detenerlos, y de adultos, aun cuando podrían arrancar un árbol de raíz con su trompa, no se liberan de la pequeña estaca, porque creen que no pueden.
Y así la vida, ¿a qué trabajo no aplicaste porque creíste que no eras suficientemente bueno?, ¿por qué te da miedo hablar en público, qué crees que va o puede suceder?, ¿qué piensas sobre trabajar?, ¿por qué crees eso, dónde escuchaste?, ¿qué es lo primero que piensas cuando ves a un señor bajarse de un Lamborghini?… ¿qué crees sobre el dinero y la riqueza que te hace pensar eso? o es solamente porque “es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja…”.
Estas creencias se van instalando desde el día 1 de tu nacimiento, porque en los primeros años de tu vida no tienes criterio para discernir entre lo que conviene y no, así que absorbes todo, y se van creando estas creencias que se convierten en tus propias reglas: lloro, me dan de comer; hablar en público, igual a vergüenza; soy malo en matemáticas, necesito un doctor para que me cure, enamorarse es arriesgado…; completa la frase: no merezco…, la felicidad es para…, los millonarios son unos…, no puedo ser feliz hasta que tenga/logre/gane…., soy malo para…., nunca voy a…
Pero no entres en pánico, las creencias se pueden cambiar, no son fijas… no importa cuánto tiempo tengas con ellas. Esto sucede cuando experimentas una nueva realidad (o apoco hace 10 años creías que ibas a poder hablar con alguien en Japón en video, desde tu celular… y ¡gratis!), cuando te das cuenta de algo nuevo, cuando las retas (identifica las más frecuentes, como cuando tu primer pensamiento es “no puedo”, y pregúntate: ¿Por qué creo que no puedo?, ¿conozco a alguien que lo haya hecho?, ¿se puede aprender?) o a través de un proceso diseñado para ello, como PSYCH-K®.