Jugando a la química… corporal

¿Has notado cuándo te empieza a hacer la digestión? No te preocupes, yo tampoco. Ese es uno de los procesos corporales inconscientes, y qué bueno, porque a más de uno se nos olvidaría hacerlo apropiadamente.

¿Habías pensado en que este es un proceso químico? Así es, tu cuerpo está enviando y recibiendo señales desde y hacia tu cerebro todo el tiempo. Y todas las células del cuerpo están al pendiente de lo que pasa a su alrededor; los disparos de insulina, la segregación de jugos gástricos y demás químicos necesarios para tu digestión son secretados por una coordinación de tus órganos con tu cerebro (nutriólogos no me linchen).

Estoy seguro que ninguno queremos tener que controlar cuándo inicia y termina la digestión, la elevación y disminución del ritmo cardiaco cuando haces ejercicio, cuánto te crece el pelo o las uñas; estos son procesos “automáticos” que coordina nuestro bendito cerebro subconsciente. El único pero (acertaste, hay un pero), es que el resultado no siempre nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, porque muchas veces creamos inadvertidamente una química corporal que genera cambios fisiológicos negativos, por ejemplo cuando estás triste probablemente hablas más bajito, te vuelves monosílabo o te encorvas.

La buena noticia es que todo tu cuerpo va reportándose y dando retroalimentación al mando central, tu cerebro. Y el cerebro tiene la propiedad de generar/tener/albergar tu consciencia, esa cosa maravillosa que nadie sabe qué es y que te hace darte cuenta de ti mismo. Así que puedes cambiar tu química corporal con tu pensamiento, no te recomendaría que trataras de meterte con tu digestión, pero sí que puedes cambiar tus estados de ánimo.

Antes de comenzar:

  • Identifica tu cuerpo contento. Fíjate en cómo te paras, caminas, te sientas, respiras y hablas cuando estás de buenas.
  • Pregúntate ¿cómo sé que estoy _____? Pon la emoción que gustes sustituir: tristeza, nerviosismo, desesperanza, etc. El objetivo es que identifiques un disparador, algo que te haga darte cuenta que estás empezando a sentir esa emoción.

Ya que tengas esta información, lo que vas a hacer es: cuando identifiques que estás empezando a sentir la emoción indeseada actúa como si estuvieras contento. ¿Bajaste el tono de voz? Haz un esfuerzo por llevarlo a tu tono normal. ¿Te estás haciendo chiquito? Cuida tu postura o utiliza una de poder. ¿Estás demasiado serio? Sonríe, es más ponte un lápiz en la boca. ¿Se te va a salir el llanto? Respira profundamente y luego normalmente. ¿Estás cruzando los brazos? Ábrelos.

La retroalimentación que tu cuerpo dará a tu mente será completamente distinta a lo que sientes, y si mantienes esta postura, tono de voz, respiración y expresión facial algunos minutos, cambiarás la instrucción cerebral generando una nueva química corporal.

Deja un comentario