Estaba trabajando en mi oficina sin mucho avance, cuando decidí despejar un poco la mente e ir a tomar un café. Me atravesé a la tienda de enfrente y pedí un americano; después de pagarlo, a la salida de la tienda tropecé y lo regué por completo (afortunadamente no quemé a nadie). Lo primero que pensé fue: —espero que no me hagan limpiarlo—, y lo segundo fue, que necesitaba otro café. Así que entré y me volví a servir. Al llegar a la caja el dependiente se me quedó viendo con cara de curiosidad, a lo que yo respondí: me tropecé saliendo y regué el anterior. Él se sonrío y me dijo: —No te preocupes, llévate este y que tengas un buen día—. Le di las gracias con una sonrisa y regresé a mi oficina.
Me encontré en mi escritorio sintiéndome completamente diferente de como me había parado. Sentía gratitud y alegría. Las palabras empezaron a fluir y terminé de escribir un artículo antes de lo que esperaba. En general fue un día agradable, el trabajo me pareció productivo y el tráfico menos tedioso.
No fue hasta llegar a mi casa, que recapacité en cómo ese acto de amabilidad (el café que me regalaron) cambió mi día. Esa es una de las intervenciones de Psicología Positiva que les dejo a los participantes de mis conferencias: realizar actos conscientes de bondad o amabilidad a gente al azar durante 21 días. He visto y sentido los beneficios de esta práctica, no solo por los correos de la gente que me cuenta lo bien que se han sentido al hacerlo y cómo sus relaciones personales se han fortalecido, sino en mí mismo al pagarle los 5 pesos del estacionamiento a la persona que no traía cambio, ayudarle a una señora con las bolsas del supermercado o simplemente detenerle la puerta a alguien; el truco es que sea consciente y que sea una persona diferente cada día.
La sorpresa para mí fue encontrarme del otro lado, recibir ese favor que transformó mi comportamiento, y constatar cómo la felicidad se esparce. Cómo un simple gesto que produce una emoción positiva, puede traer un importante cambio para la persona que lo hace y para la que lo recibe. En el día a día, sobre todo en el trabajo, es fácil dejarse llevar por el estrés del momento y olvidarnos de la gente que nos rodea. Y sin embargo, los psicólogos positivos han encontrado que lo único que comparten las personas que puntean más alto en felicidad son relaciones positivas. No viven en el mismo lugar, no ganan lo mismo ni tienen la misma posición social; pero todos tienen relaciones fuertes con la familia, amigos, compañeros de trabajo o grupos de voluntariado.
Piensa en un acto de bondad al azar que puedas hacer por uno de tus compañeros del trabajo, familiares o amigos, y realiza uno cada día. No solo te sentirás bien tú, sino que además fortalecerás tu red social.