Cuando te asaltan las dudas

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La semana pasada estaba viendo un video en Internet sobre la perseverancia, iba a la mitad cuando vi que entró un e-mail. Pausé el video y leí el correo para enterarme que habían declinado una propuesta para dar una conferencia. De pronto escuchaba las palabras y veía las imágenes, pero no les encontraba sentido.

Lo primero que hice fue deshacerme de la víctima que todos llevamos dentro, porque la decisión fue tomada con base en los lineamientos del evento y por lo tanto no es personal. Nadie está en mi contra; nadie me quiere hacer daño, detener u ofender; no me están haciendo nada. Por lo que lamentos y enojos no solo no tendrían razón de ser, sino que además consumirían energía y recursos mentales que requiero para realizar mi trabajo con el nivel de desempeño que yo me exijo.

Sin embargo, soy un ser humano y no pude evitar sentir desaliento. Era un evento que yo consideraba importante y mi cabeza empezó a llenarse de dudas: ¿Seré suficientemente bueno?, ¿Valdrá la pena el esfuerzo?, ¿Estaré perdiendo el tiempo?, ¿Debería dejar esto y buscar otra cosa?

Así que salí de mi oficina y caminé alrededor de 10 minutos; observé un automóvil que cedió el paso a un peatón, unos amigos riendo, una persona esperando el transporte que me saludó inclinando un poco la cabeza, la vegetación y otras cosas. Noté lo bueno y amable que sucede en el mundo, aun cuando te encuentras desanimado. Empecé a reflexionar sobre lo que estaba pasando y la noticia que acababa de recibir.

En lo personal, creo que se dice “me asaltan las dudas” porque, de alguna manera, te roban tu tranquilidad, menguan tu determinación y reducen la visibilidad de tus objetivos. Para mí las dudas son como pequeñas nubes que, si dejas crecer, van creando una densa neblina en tu mente. No te dejan ver tu objetivo y prácticamente nada alrededor, por lo que de pronto te encuentras quién sabe dónde, caminando hacia ningún lado y sin opciones a la vista. Por ello, deben ser frenadas antes de que crezcan, para lo que personalmente utilizo dos técnicas:

La primera es dejarlas pasar; así como cuando ves venir un coche en la calle y decides para dónde moverte, así también puedes ver las dudas y reconocerlas como tal. Al identificarlas conscientemente y saber que fueron creadas por la noticia, momento o situación, puedes elegir dejarlas ir; porque al igual que con el coche, voltearte esperando que de alguna manera desaparezca no es una estrategia que augure buenos resultados.

La segunda, que utilizo cuando siento que la duda es más fuerte o ha ganado ya algún terreno, es contestar las preguntas con evidencias concretas que la desarmen y moverme a la acción. En mi caso; tengo recomendaciones de mis clientes, evaluaciones de mis conferencias, correos de gratitud de los participantes y otras propuestas. Ante estas pruebas, decido no gastar mi tiempo y energía llorando por la leche caída, e invertir esos recursos en seguir aprendiendo, creciendo y esforzándome por alcanzar mis metas.

La próxima vez que te asalten las dudas, no las dejes llevarse nada de ti. Enfréntalas y observa cómo tus objetivos son más claros y fuertes al disiparse la neblina.

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